martes, marzo 10, 2020

RECUERDOS DE MI INFyM: hoy, EL SEISCIENTOS DE MI TÍA ROSA



Si eres un lector habitual de este espacio ya me habrás oído hablar alguna vez de la casa que mis abuelos maternos tenían en las estribaciones de la sierra burgalesa a dos o tres kilómetros del pueblo más cercano y en donde sin lugar a dudas pasé bastantes de los mejores momentos de mi INmadurez Física Y Mental, Yo a esas tiernas edades ya mostraba un perfil de sociabilidad bastante bajo en el colegio por la panda de cabrones que andaban por allí sueltos por esas rarezas propias de la pre adolescencia, supongo, y toda la energía acumulada se me liberaba una vez estaba en casa, resultando -o eso sospecho- un nene movido muy dificil  de aguantar. Es por ello -sospecho también- que mi querida madre no dudaba en mandarme al monte con mis abuelos en cuanto acababa el colegio para pasar allí el verano entero,quedándose más contenta que unas castañuelas aunque aquello supusiese pasar por la tristeza de no verme más que los fines de semana.
Mi abuelo era un señor bastante estricto que asumía con interés el asunto y lo enfocaba en plan experimento-educativo: a base de intentar involucrarme en labores granjeras como ir a buscar huevos -de gallina,¡eh!, que  los huevos con pelo vendrían bastante después-...

Imagen que viene a cuento del grosero chiste
de los huevos con pelo.
Ainssss, ¿pero desde cuando soy yo tan guarro?

...con lo de los huevos o acarrear cántaras de leche, trataba el pobre hombre de deasnarme (  reducir la condición de asno, vaya ) un poco, hacerme madurar, adquirir una cierta idea de lo que significaban conceptos por aquel entonces muy abstractos como "responsabilidades" y "obligaciones", y en definitiva empezar a ser un hombrecito de provecho. Mi abuela en cambio era una señora muy elegante que valoraba mucho su tranquilidad y por tanto no le hacía ninguna gracia compartir su espacio vital con un niñato gritón, por lo que procuraba hacer casi todo el rato como si yo no anduviese por allí...con semejante tira-y-afloja de atenciones según pasaba de manos de uno a otro, no era de extrañar que en cuanto tenía oportunidad me escapase a corretear por el monte cual una nueva Heidi, también con perro (media docena de ellos de hecho) pero sin un pastor  de ovejas con el que irme al huerto a descubrir los misterios de nuestros jovenzuelos cuerpos...

Heidi y Pedro en acción, ¡que aquí siempre hubo mucho tela que cortar!
Si esto llega a durar diez temporadas como las series de hoy en día,
¡lo que hubieran visto nuestros ojos!

Para ser honestos luego ni me explotaban tanto con el tema gallinas y leche -apenas media hora larga cada mañana- ni tampoco mi abuela me ignoraba tanto, porque cada vez que iba a la confitería del pueblo siempre me traía unas cuantas bolsitas de papel llenas de caramelos. Caramelos, fíjate, ¡¡¡y con azúcar!!!...¿como diablos he sobrevivido? ( jejeje )

Harto me tienen los dibujitos estos. Mi rebeldía natural
me hace sentir ganas de inflarme a cocacolas aunque no me gusten ná.

¿Y a cuento de que vienen aquí los caramelos de la abueli?... 
... bueno, aquellos eran tiempos felices y sobre todo salvajes: una vez superados los aburridos trámites matutinos de "ve-a-por-la-leche" y "busca-unos-huevos", me pasaba la casi totalidad del día corriendo por el monte como un animalejo, con unos pantalones cortos y unas zapatillas como únicas prendas, y solo volvía a buscar contacto humano cuando las tripas me pedían comida o por la noche para dormir...eso los días de sol, pero los días de lluvia - que también los había-- tenía que buscar una posición intermedia que me permitiera seguir cultivando mi insociabilidad pero sin acabar empapado hasta los huesos... 
Y la solución estaba ahí  mismo: en un pequeño descampado junto a la casa yacía, en una especie de sueño letárgico como el de Blancanieves, el seiscientos de tía Rosa. Tía Rosa era la hermana más pequeña de mi madre, una tía - valga la redundancia- un poco hippie anclada en los primeros años 70 y con ese rollo personal que definía al buen "jipi" setentero: ropas de colorines, aire de no ducharse con excesiva frecuencia, consumo de porros, baños de sol en top-less, y una actitud combativa contra todo lo procedente de generaciones anteriores. De las revistas porno-hardcore que me encontraba cuando rebuscaba entre sus siempre interesantes montones de libros y cómics y lo que supusieron para mis revoltosos instintos sexuales  de la época no voy a decir nada porque es otra historia, jejeje.

Definición de revista porno para "millenials": artefacto en papel 
del siglo pasado gracias al cual no eran necesarias ni tarifas planas
ni conexión de datos para menearse el cimbel.

Solo diremos sobre ella que durante aquella temporada andaba desaparecida y su coche, aquel seiscientos blanco, languidecía entre los hierbajos con las ruedas semi-deshinchadas y una mirada así como triste en los faros de aquellos que han visto mucho mundo y ahora sienten que sus mejores años han llegado a su fin...
... pues gracias a una puerta del copiloto que nunca estaba cerrada con llave, cada vez que la mañana de verano amanecía nublada y del cielo caían goterones de lluvia gordos como huevos de gorrión, yo me deslizaba en su interior con un libro en una mano, una bolsa de caramelos en la otra y me embarcaba en un viaje virtual sin necesidad de arrancar el motor.
Y esos momentos de lectura, caramelos y el repiqueteo de la lluvia contra el capó del coche como única música de fondo durante aquellos veranos de juventud...esos eran unos de los momentos de felicidad perfecta que quería recrear contigo y que eran el propósito de esta sección, ¿recuerdas?
Al final el seiscientos acabó colonizado por una colonia de avispones que hacían la estancia en su interior más peligrosa que bañarse en bolas en un rio pirañero y hasta yo, su último tripulante desistí de meterme dentro, con lo cual su vida útil concluyó de una vez por todas.


Y es que las mejores cosas en esta vida tienen un final, ¿ o todavía no lo sabías? 
Las malas también, afortunadamente, y ese es el único y pobre consuelo que nos podemos dar a nosotros mismos cuando las pérdidas son dolorosas e irreparables.

Feliz mes de Marzo...ánimo, un pequeño esfuerzo más, ¡que ya está ahí la primavera!