sábado, noviembre 12, 2016

EL MASTURBADOR EXHIBICIONISTA


Esta historia pertenece a la Fase Anterior de mi Fase Anterior, aquella en la que todavía no estaba tan aburrido, harto y desengañado del género humano circundante y aún mantenía una vida social que podríamos calificar -sin esforzarme en ser benévolo- como "normal" .
En aquellos Años Dorados de Juvenil Inconsciencia y todavía Pertinaz Inocencia ( "pertinaz" porque ya tenía años yo como para haber quedado escarmentado de la gente y a pesar de todo conservaba  fe en el género humano)...pues como digo -si es que mi actual yo-oso-cavernario me deja meter baza- en aquella época una de mis mejores amistades NO era un señor con bigote, brazos fornidos, vaqueros ajustados y una encantadora tendencia a quedarse con el culo al aire, no: una de mis mejores amigas era ¡una chica! llamada Bea.
Bea era -y supongo que seguirá siendo- una de esas personas asquerosas especiales que cuentan con una especie de "carisma" y atraen al resto de la gente cual si los otros fuesen polillas nocturnas y ella una bombilla cálida y luminosa en medio de la noche. No era exactamente guapa, pero tenía una cara sumamente agradable y cada vez que se encontraba contigo ¡parecía de verdad que verte le había alegrado el día! porque se le iluminaba el semblante y derrochaba sonrisas y calidez por los cuatro costados... Bea contaba con el apropiado empleo de dependienta en la tienda de chuches de unos cines (repartiendo dulzura en sentido real y figurado: ¡cuanta justicia poética!)y demostraba esas mismas desaforadas e injustificadas actitudes fueses la señora de la limpieza, el cliente malhumorado o el pegajoso "pesao" de turno ( el tipo sobrado de espermatozoides que confunde las señales y da la paliza a chicas como ésta pensando que las vibraciones que ellas desprenden se deben a tener ganas de mandanga o a su sex-appeal de macho man ). Prueba de la inmensa generosidad de su simpatía es que hizo buena amistad conmigo y yo conseguí hacerla con ella, por lo menos durante el lapso de tiempo en que nuestros caminos se cruzaron aunque luego siguiésemos cada uno por su lado.
No sé si es porque yo le caía especialmente bien ( que no quiero confundir señales como el ligón-pegajoso-pesao, ojo ) o si se lo iba contando a todo el mundo, pero una tarde-noche en la que aunque parezca extraño era yo el único ser humano cercano que gravitaba hacia su luz interior y por ello contábamos con cierta intimidad, me contó lo del Masturbador Exhibicionista.
Vale, no era solo cuestión de afinidad. También coincidía que los dos vivíamos en la misma parte de la ciudad, un barrio muy cercano al centro constituido por casas de tres o cuatro plantas bastante viejas y apretadas en torno a calles estrechitas, una zona muy susceptible para propiciar el contacto vecinal  y en la que más o menos puedes tener localizada visualmente a buena parte de los residentes y comerciantes que a uno le rodean.
Bea, resoplando de manera encantadora en dirección a su flequillo para hacerlo revolotear, me contó que la habitación de su casa daba a un patio interior pequeño y lleno de palomas, tan pequeño que se trataba de un cuadrado y frente a su ventana solo tenía una única ventana de la casa de enfrente.
En dicha casa vivía el dueño de una de las minúsculas tiendas de ultramarinos del barrio, un tipo joven  ( aunque no tanto como nosotros entonces ) que había heredado el negocio de sus padres y que de momento aguantaba la presión de las grandes superficies comerciales, al menos mientras sus clientes de toda la vida aguantasen también el tipo sin cambiarse de bando o simplemente  acabasen por estirar la pata. Tanto Bea como yo habíamos pasado por allí a comprar el pan o alguna cosa más con frecuencia, por lo menos hasta que abrió un Mercadona en el barrio y comenzó la lenta extinción de todos los pequeños negocios de alimentación del lugar.
...¿será esa situación de presión la que le hizo perder los papeles?...
Pues no lo sé, pero la cuestión es que Bea me contó que una noche veraniega estaba tumbada leyendo en la cama ( "con el pijama puesto, no te vayas a pensar" me recalcó por si acaso ) y la lamparilla de la mesilla de noche encendida como única iluminación, cuando de pronto percibió un movimiento por el rabillo del ojo y al levantar la mirada.....¡zas!, ahí estaba el vecino de enfrente, ¡en calzoncillos!, haciendo posturitas delante de un espejo y echando miradas de vez en cuando hacia la ventana de Bea.
Mi amiga después de mirar a un lado y a otro preguntándose aquello de "¿es a mi?" se sintió una pardilla porque era evidente que desde la ventana del vecino solo se veía la suya y viceversa. No supo si decirle "hola" guiándose por su proverbial simpatía o hacerse la loca, pero al fin se decidió por esto último pensando con su también proverbial inocencia que quizás en la escasa luz de la habitación no era en si misma muy visible y eso era lo que hacía que el vecino se pusiera a hacer el gamba en boxers, es decir, porque creía que nadie le estaba mirando, ( ¡JA! )
...pero a esas alturas ya le podía la curiosidad y por ello continuó espiando al de enfrente aunque disimulando y poniendo a prueba la elasticidad de sus músculos oculares con la complicada técnica de mirar a la ventaba mientras su nariz seguía apuntando al libro. Y cual no fue su sorpresa cuando tras masajearse un rato el paquete, el vecino se bajó los calzoncillos, dejó al aire el miembro erecto ¡y empezó a pajearse en su honor!.
Yo, que por aquel entonces ya tenía más claro que antaño mi rango de apetencias sexuales, tuve que morderme la lengua para no preguntarle cosas como "qué tal la tenía de grande" o "qué hacía con la mano que le quedaba libre",En su lugar fingí horror, me cubrí los labios con gesto escandalizado de monjita y me limité a lanzar un gritito de espanto: "¡pero diosmioBeaparfavar, ¿y TU QUE HICISTE?". Mi amiga enrojeció levemente y susurró "...pues seguí disimulando y mirando ( menuda pájara, jeje ) hasta que se corrió, luego él bajó la persiana y... y ¡me quedé todo muerta, puf!"
¡Que poco podía sospechar la bella y virginal Bea en su mundo de cervatillos, florecitas y pajaritos el calentón que me había pillao yo escuchándole el cuento! y que todos mis perversos sentidos andaban concentrados en como conseguir información sin que se notase que andaba más salido que el mango de los cazos. No olvidemos que en aquellos tórridos momentos me encontraba en pleno amanecer gay y un poco obsesionado por tirarme cualquier cosa que tuviese pilila (mamíferos cuadrúpedos excluidos, creo, aunque no puedo asegurarlo porque no se me llegó a cruzar ninguna cabra por delante jeje )...
¿Y qué hacer? ¿Proponer a la virginal Bea una sesión de lectura nocturna en su cuarto para presenciar yo el espectáculo en directo y en un momento dado invitarla a abandonar el dormitorio para acompañar yo al vecino en su manoletina? ¿Negociar con el exhibicionista la posibilidad de un show en exclusiva?
Ahora me veo a mi mismo en perspectiva y pienso:ah, ¡cuanta inocencia la mía!...¿porqué el que le gustase al tío darle a la bandurría delante de la vecina me hacía presagiar en él todo un torbellino de oscuros placeres?...¿quizás creía que ese interés por las rarezas sexuales podría hacerle plantearse  en un momento dado el ponerme ¡a mi! mirando a Cuenca, ya que tan curioso andaba yo por saber de qué iba el rollo de la ciudad encantada y las casas colgantes? 
Por el momento me limité a espiar yo también: patrullaba de cuando en cuando por delante de su tienda y le veía ahí con un mono azul, muy macho él, colocando las cajas de peras y manzanas a la puerta del negocio para atraer a las clientas y después escribiendo el precio en trozos de cartón que sujetaba entre la fruta para que cada cual supiese el precio del kilo sin necesidad de entrar a preguntar. Le veía dando vueltas por la tiendecita con cara de aburrimiento, asomarse a la calle a ver pasar la gente y en alguna ocasión lanzarme una mirada entre distraida y curiosa que solo se detenía un momento en mi organismo antes de seguir oteando el horizonte esperando ver aparecer -supongo- a su sexy vecinita...
Tanta indiferencia me chinó. Me entró el espíritu de ciudadano honrado y pensé decirle a Bea que se lo contase a sus padres y que estos le pusiesen al tío una denuncia en la comisaría por exhibicionismo porque no era cuestión tener todas las noches de paisaje permanente a un señor cascándose una paja, pero no llegó a darme tiempo a ello: la mamá de Bea -sin saber nada de los solos de flauta nocturnos- colocó unos estores enrollables en todas las ventanas y según mi amiga a partir de ese día ella se limitó a bajar el "estor" cada vez que empezaba la función diciéndole  al vecino "adios" con los deditos. ( ¿que pasa? ¿es que antes no tenía persianas? )
A mi al final también se me paso la fijación-morbo que tenía con el dependiente-frutero, en parte porque dejé de coincidir tanto laboralmente con Bea y perdimos el contacto y en parte también porque mi vida sexual dejó de parecer la de una ardilla del desierto, tuve más motivos reales de distracción y deje de pajearme -mentalmente- con las pajas -nada metáforicas- de aquel hombre.
Ya lo sé, como todas las historias reales esta termina  en plan coñazo porque si esto fuese una peli de porno-ficción habría terminado por llevar a cabo mi fantasía de quedarme yo en la habitación de Bea, esperar a que el vecino iniciase su espectáculo para ofrecerle yo la réplica manoletera con unas pulseras de cascabeles y quizás terminar saltando de una ventana a otra para consumar salvajemente los dos el numerito.....pues no fue así, no., ¡bienvenido al aburrido mundo real!: Bea se esfumó y no sé por donde andará y el frutero... el frutero sigue ahí, algo más viejete, un poco más gordito y con esa misma expresión de infinito aburrimiento en la mirada que ni siquiera todas esas pajas de cara a la vecina consiguieron en su momento aliviar.
La vida está llena de deseos insatisfechos: el frutero no consumó su relación ventana-a-ventana con Bea, yo no consumé mi no-relación con el frutero y Bea...
...bueno, esa seguro que ha consumado en algún sitio. ¡Era tan simpática!...


Imagen de cabecera: de "La ventana indiscreta" de Alfred Hitchcock.