miércoles, septiembre 05, 2007

LOS MARICAS, LOS GATOS Y LA LUNA.


Noche mágica, noche enamorada, repleta del perfume secreto de las flores del verano, no-sé-cuantas estrellas ahí arriba y aquí, sobre un puente, contemplando el curso de un río que parece plata bajo nuestros pies, tu y yo...
..tu, con tus "ojos verdes de ciencia ficción" como decía la canción de Amaral y esa sonrisa seductora, estás ahí, a mi lado,demorando el momento de la despedida...
Qué puedo pensar yo tras meses de suspiros a tu paso y cientos de malos poemas en tu honor, muerto de amor, cuando ahora sin más terminamos aquí, casi por accidente, envueltos en aroma, penumbra y la música del agua ahí abajo...
Porqué te has parado justo en este lugar, si al salir del trabajo solemos despedirnos algo antes o algo después, pero nunca te has detenido aquí acodándote en la barandilla de este puente como ahora. Sin decir nada has sabido que me quedaría aquí, que no iba a preguntar porqué nos hemos parado ni qué estabas mirando...
...así que me he apoyado también yo en la jodida barandilla, dejando escasas décimas de milímetro entre tu brazo y el mío, pienso que si miro veré las chispas de electricidad saltando entre tu piel y la mía en ese punto de proximidad superlativa...
...pero no me muevo, ese instante parece tan decisivo, siento que de lo que diga yo ahora dependerá lo que ocurra entre nosotros después, tu te has detenido ahí por algo, pienso yo, y pareces esperar que yo diga lo que me corresponde decir.
No das ninguna pista, solo miras arriba.
Miro yo también, y subitamente inspirado, suelto:
- ¿Has visto que luna?
Es inusualmente grande y está teñida de un rubor ligero, enamorada también de la noche tan hermosa.
Tu te vuelves con cierta ironía en la mirada y contestas:
- La luna solo la miran los maricas y los gatos. - y al momento añades- ¡Miau!
No se si crees que es un chiste porque sonries, pero yo me he quedado helado.
- Joder -digo en voz baja- Eres un jilipollas.
El encanto de la noche se ha hecho pedazos como algo delicado que hubiese dado contra el suelo.
Salgo corriendo, aún te oigo gritar:
- ¡Pero qué pasa, hombre!
Tengo que llegar a casa para dejar que se sequen las lágrimas de rabia e indignación, tiro la bolsa al suelo y me limpio la cara con un pañuelo.
En la habitación a oscuras mi gata esta sentada en la ventana. Cuando me apoyo a su lado y sigo su mirada, la veo clavada en la moneda de plata que es la luna ahí arriba.
He de sonreir a pesar de las lágrimas que vuelven, porque ahora están teñidas de una insólita dulzura.
- Al final el jilipollas va a tener razón -murmuro-.
Mi gata me observa un momento y luego los dos nos quedamos allí rato, mucho rato, con la mirada perdida en el firmamento.