miércoles, mayo 17, 2006

EL DIARIO DE ENNIS DEL MAR (3ª PARTE)


(...y última, tranquilos. Quien haya llegado hasta aquí ya se merece una estrellita dorada...)


Sabes, Alma, no sé cuanto tiempo he pasado aquí tumbado con la camisa de Jack entre los brazos, pero ha habido un momento en que él ha aparecido, estaba tumbado a mi lado, nos mirábamos uno a otro y no pasaba nada, el solo me sonreía con esa sonrisa genuina marca Jack-Twist y me he sentido tan dichoso que no he querido moverme, porque una parte de mí sabía que no era real, que si extendía mis dedos para rozar su mejilla mal afeitada se desvanecería como el humo...
...así he aguantado cuanto he podido hasta que él se ha incorporado, se ha puesto en pie y ha desaparecido. He oido un suspiro, ha sido un poco como aquel que escuché de la Muerte pero más dulce, más necesitado de mi protección, de mi afecto, y ha conseguido que por enésima vez en esta historia llore ante la impotencia de querer abrazarlo y no conseguirlo.
Ahora oigo tu voz, Alma, te escucho decir: “Que bello amor, Ennis del mar. Dime cuando te he causado yo tanto dolor y tanto llanto. ¿Eso es lo que necesitabas para ser feliz?”...

De pronto te veo aquí como te veía cuando regresaba a casa después de un tiempo, un poco borrosa tras el reflejo de los cristales. ¿Es que tú también has muerto, Alma? Llevas una chaqueta marrón sobre un sencillo vestido floreado, estas sentada, las manos cruzadas sobre la mesa y el rostro oculto por el cabello. Quizás estoy invocándote con mis palabras, intentando visualizarte para explicarte, para contarte...

En esta caravana repleta de fantasmas tomo una decisión absurda. Contigo sentada en la mesa y la sombra de Jack Twist escabulléndose tras cada mueble, metiéndose bajo la cama y tapando un momentáneamente la luz que entra por los cristales, en medio de todo ese despliegue sobrenatural me acerco a la pila y me pongo a afeitarme, dejo mi cara como el trasero de un recién nacido, lo froto con jabón intentando eliminar las huellas del tiempo, luego me enjabono el pecho, las axilas, me mojo el cabello, termino por desnudarme y me enfundo el uniforme prometido: las botas relucientes, unos tejanos limpios (“algo limpio en esta casa, quien lo iba a decir”, te oigo mascullar), la camisa de Jack sobre mi piel y encima la mía, la que él guardaba. Me pongo el sombrero de las ocasiones especiales y listo para un rodeo... esta noche voy a cabalgar sobre el lomo del diablo, Alma, pero antes de ese viaje sin retorno voy a dejarte algo que me justifique, que me disculpe, para que si no perdones al menos comprendas...
Amo a Jack twist, lo amaré para siempre, y aunque aquel verano se redujera a una sola tarde en sus brazos y mi infierno sin él se alargase por un millón de años, aún así aceptaría el trato, porque no concibo mi vida sin él, porque si en algún sitio Alguien escribe las razones por las que las personas vienen a este mundo, en mi página solo está escrito su nombre.
No puedo decirte otra cosa, aunque siento tu dolor. No puedo hacer otra cosa que la que hice. No puedes pedir a un pájaro que no vuele buscando el cielo, ni a una planta que no hunda sus raíces en el suelo buscando el agua, ni convencer a un caballo para que no desee galopar por la llanura dejando tras de sí nubes de polvo. Del mismo modo no puedes pedir a Ennis del Mar que no ame a Jack Twist, porque ese amor es tan intrínseco a mí, está tan debajo de mi piel como mi carne y mis huesos, es mío como el color de mis ojos, mi manera de andar o el movimiento de mi pecho al respirar.

...mi traición. Mi gran engaño. Lo sé. Porqué me casé contigo, porqué no te dije “esto no puede ser” y me fui a buscar a Jack.
Claro que hice mal. Arruiné tu vida, arruiné la de Jack y he estado viviendo con mi propia ruina hasta este momento. Ennis el exterminador. Me hundí y arrastré conmigo las vidas de todos los que estaban a mi lado. El peor problema de Ennis del Mar es Ennis del Mar. Mi miedo a arriesgar, mi miedo a la derrota, mis dudas y mis preguntas. Fui tan estúpido que pensé que podría curarme de este amor como quien pasa un sarampión, creía que una vez casado contigo lo olvidaría e iría desapareciendo con cada vez que yo te hacía el amor con furia y desesperación, practicando con el acto un extraño autoexorcismo que pretendiese sacar del alma todos mis demonios. O por lo menos un demonio en concreto..

“Pobre Ennis del Mar. Has conseguido despertar mi compasión” te oigo decir desde la mesa, “Ya me das pena. ¿Es eso lo que querías conseguir?”

Mi risa suena clara como un arroyo fresco corriendo sobre una ladera.

No Alma, no. Lo que quiero que entiendas es lo mucho que le agradezco a Dios este amor, éramos dos hombres más pero cuando nos tocó, nada volvió a ser lo mismo, hizo magia en nosotros... Aquel sentimiento dio sentido a mi vida, alimentarlo en mi pecho hizo que desease seguir vivo cada mañana, para que siguiese creciendo dentro de mí y me llenase con sus aromas y colores. Si ahora Ennis del Mar se partiese en dos, dejaría el suelo lleno de flores, las que Jack sembró y que durante todos estos años no han parado de crecer...
¿Podrás explicarle esto a las chicas, Alma? ¿Podrás decírselo para que puedan entender a su padre?...

Llaman a la puerta.

“Es demasiado pronto, todavía no ha anochecido, no puede ser Ella” pienso presa del pánico. Aún así abro la puerta, tengo que demostrar un resto de orgullo y no esconderme debajo de la cama para que no pueda verme...

Eres tú, Alma, sonríes un poco embarazosamente, y a pesar de las huellas que los años han dejado en tu rostro, tu cara me resulta tan hermosa como el día que nos casamos.

- Hola... ¿Puedo pasar?

Me vuelvo un momento porque creo que tu otro yo, el espectral, con quien estaba hablando y que estaba sentado en la mesa, sigue allí pero alí ya no hay nadie, ni siquiera veo el espíritu juguetón de Jack jugando al escondite entre mis trastos.

- Claro... Esto está un poco desordenado, últimamente ando ocupado, sabes, y no tengo mucho tiempo para ocuparme de la casa.

Tu das un paso y contemplas el interior con una leve sonrisa empapada de compasión y tristeza.

“No, Alma, no. No tengas lástima de mi. Es justamente eso lo que no quiero que pienses.” me digo.

- No te preocupes. Hay días en que tenemos que hacer un verdadero esfuerzo para hacer la cama, ¿verdad Ennis?

Me sonríes y ahora la compasión ha desaparecido, es simplemente una sonrisa que te hace más bonita.

- Al menos hay una silla libre –bromeas y te sientas en el mismo sitio donde tu fantasma ha estado hace unos instantes. Irracionalmente pienso que la Alma del otro mundo va a dar un grito de protesta cuando caes sobre ella, pero si seguía allí, no dice nada-.

Me siento al otro lado de la mesa, un poco nervioso.

- Que sorpresa, Alma. No sé cuanto tiempo hacía que tú y yo no...
- Pasaba por aquí cerca y pensé que sería buena idea acercarme a saludarte.

Pienso que mientes, por eso de pronto me inundan presagios funestos:

- ¿Se trata de las chicas? ¿Le ha pasado algo a las chicas?

- ¡No, Ennis, no, tranquilo! Las chicas están bien. Pero se preocupan un poco por ti, ¿sabes?... – haces una pausa como si te costase esfuerzo seguir hablando, pero continúas – Piensan que estás demasiado solo.

Doy un respingo cuando extiende su mano sobre la mesa y la coloca sobre la mía.

- Ennis, solo quería que supieses... en fin, hay un tiempo limitado durante el cual una puede llevar la amargura en su corazón. Al principio es tan fuerte que casi es lo único que te hace continuar luchando, alimentar ese veneno. Luego las cosas se suavizan, se hacen más dulces, no sé como explicarte. Ha pasado tanto tiempo que yo ya no puedo ni quiero seguir con ese sentimiento. Por eso quería decirte... vaya, si quieres venir algún día a comer a casa, o que nos reunamos los cuatro, las chicas, tú y yo, y pasemos un rato agradable como cualquier familia... Incluso puedo venir algún día a echarte una mano con este desastre –haces un gesto con la mano abarcando lo que nos rodea y tratas de sonreír, pero ahora veo auténtica tristeza en tus ojos-. Eres el padre de mis hijas y solo por eso te quiero, no deseo verte así, y ellas tampoco...Dios, ¿y si un día te pasa algo y estás aquí solo?... Acéptanos, Ennis. –parece que lees mi pensamiento porque añades- No es una limosna. Es una muestra de cariño, nada más.

No sé que decirte. De pronto parece el momento oportuno para hablar de lo que siempre estuvo ahí.

- Alma, en cuanto a Jack...

Ella niega con la cabeza pero su expresión es serena.
- No hay nada que decir sobre Jack. Lo tuyo con él fue exclusivamente vuestro... lo he pensado mucho, creo que solo es otra historia de amor, amor entre personas, con vencedores y vencidos. –levantas la mirada y tus ojos brillan- De alguna manera siento que vencisteis, Ennis. Tu sacrificaste tanto por ese sentimiento que debes aprender a abrazarlo y amarlo para seguir viviendo, como yo he aprendido a encajar mi derrota. Pero también he aprendido que mi vida será mejor si te quiero y te acepto como el padre de mis hijas y el hombre que una vez fue mi esposo. Creo que hay un hueco libre en mi corazón para ello...simplemente quería decirte eso, puedes contar con nosotras... Si todos nos comprendemos y aprendemos a vivir con lo que pasó, seremos personas mejores, ¿no lo crees así?... ¿Ennis?

No lloro, aguanto las lágrimas para que no pienses que soy un viejo bobo. Nos damos un breve pero cálido abrazo, luego te separas, me pasas dos dedos por la mejilla y dices:

- Mañana si quieres llámame y te ayudaré a poner un poco de orden en este sitio. Solo si tu quieres, ¿vale?...-luego me miras de arriba abajo con otra sonrisa como si me vieses por primera vez - Que guapo te has puesto, ¿esperabas otra visita?

Meneo la cabeza riendo y te ries también. Me das otro abrazo y sales de la caravana.

Paso un rato contemplando como tu coche se pierde entre los rojizos rayos de luz del atardecer. Estoy inexplicablemente contento cuando cierro la puerta y el espíritu de Jack también lo está, zumba por allí dentro como un abejorro encantado con la llegada del verano.
Aunque no sé si tiene algún sentido ahora, meto los papeles que he escrito en un sobre blanco, escribo en él “Alma” y lo dejo sobre la mesa.
Luego me siento en una silla de cara a la puerta y cierro los ojos. De pronto siento mi corazón ligero, mi espíritu es un barco que ha soltado amarras y comienza a desplazarse aguas abajo, rumbo al océano, libre al fin de todo lastre con el sol de poniente marcando en el horizonte el camino.

Solo tengo una duda.

Murmuro: “Jack, ¿estas ahí?”

Me responde el chirrido de armónica más espantoso que jamás he escuchado, rompo a reir y mi risa solo tiene 19 años, pero ahora queda una eternidad por compartir.