sábado, agosto 25, 2012

DEL COLOR DE LA LUZ AL CAER EL DIA


Una entrada de mantenimiento para irme poniendo poco a poco en marcha después de las vacaciones.

Hace una semana que empecé a trabajar, pero en parte he seguido actuando como si todavía todo mi tiempo fuese mio, pensando en prolongar por lo menos mentalmente el descanso estival. Me ha ayudado en gran manera la ola de calor ( para los que estamos acostumbrados a veranos de una semana, esta temperatura nos hace sentir que vivimos en una realidad virtual, jeje ), y también el dejar aparcadas todas las rutinas que me hacen sentir de vuelta a mi vida de siempre, entre ellas la actividad bloguerística.
Pero bah. 
Escribir aquí me hace bien, y es una de las pocas cosas que voy a retomar con relativo placer.
El resto, ¡chico!, el resto es lo de siempre, y si antes de las vacaciones ya estaba todo regular tirando a mal, aquí sigue todo exactamente igual que lo dejé. Moraleja: en la vida real no hay duendes que se dedican a transformar tu paja en oro mientras duermes. Al despertar, casi siempre, todo sigue en el mismo estado en que lo dejaste al acostarte.
Y con la vida de uno mismo, pasa justo igual: lo que iba bien sigue bien, lo que iba mal no ha mejorado, los pequeños detalles que te hacían amar la vida siguen por fortuna ahí pero lo que te estaba haciendo perder la esperanza, eso también sigue ahí, por mucho que puedas haber intentado hacer para olvidarlo.
El mes de Julio que pasé a bordo de la Nostromo lejos de todo esto resultó oscuro en muchos aspectos y en mi retorno a la Tierra me he encontrado el planeta envuelto en tonos azules y sombras, con esa indefinible cualidad que tiene el color de la luz al caer el día.

Será porque llega la noche.

Y entonces toca buscar lugares donde refugiarte, una manta para abrigarse los hombros y algo parecido a un fuego para evitar que se te enfrien las manos.
Porque estas noches mías a veces duran un suspiro pero otras veces hacen perder la esperanza de volver a ver el sol de tanto tiempo que pasan acostadas sobre mis hombros. La última vez que oscureció se sucedió tanto espacio de penumbra que me creí embarcado a bordo de un planeta escapado de su órbita, buceando entre polvo de estrellas a la búsqueda de otra fuente de luz a la que engancharme...

...pero ya ves, por muy larga que se hiciera la espera, terminó por salir el sol. Y ahora que la luz empieza de nuevo a decaer, es eso a lo que uno tiene que aferrarse.

A que afortunadamente, al final, siempre amanece...