jueves, septiembre 17, 2015

EL AMOR, EL DOLOR Y EL SINDROME DEL INVERSOR



Hace no mucho y de manera sorprendente, porque ella no es de aquí, me encontré por la calle con L, una compañera de estudios de cuando yo hacía biología.
L. es una chica tremendísimamente fea para ser sinceros pero que a cambio es también desmesuradamente dulce y amable, lo cual por aquellos tiempos universitarios de entonces, a pesar de ser nosotros como eramos ( una manga de cabroncetes acostumbrados a demostrar el mismo tacto con nuestros semejantes que el que se podía vivir en una orgía vikinga llena de barriles de vino, fulanas y gentuza ), nos hacía despertar mucho cariño y un extraño sentimiento hacia ella que yo definiría como de protección.
Por eso sería que cuando me dí de bruces con ella en una de las acogedoras calles de esta capital me alegré mucho y en parte me hizo recordar aquellos lazos invisibles que se habían establecido por aquel entonces entre todos nosotros, cuando yo no era el bicharraco raro que soy ahora y disfrutaba con el contacto humano. Ella se puso colorada hasta las orejas como acostumbraba a hacer para demostrarme que hay cosas que nunca cambian, me contó que estaba preparando aquí una especialidad de algo muy técnico y sin tener que insistirme mucho me convenció para ir a un sitio a tomarnos un café y contarnos que tal nos había tratado la vida en el tiempo transcurrido.
Yo iba preparado para una charla más bien insustancial de esas en las que uno habla más del pasado tiempo compartido que de lo que le está pasando a uno ahora pero L., sea por haber cambiado su forma de ser o sea porque necesitaba desahogarse, apenas nos sentamos empezó a hablar y yo pude hacer poco más que decir sí o no cuando ella se callaba:
resulta que había terminado instalándose en mi entrañable e idílica ciudad ¡POR AMOR! más que por razones profesionales. Había conocido al "hombre perfecto" -un nativo de la tierra- y por él contraviniendo los consejos de familia y amigos lo dejó todo para venirse aquí, a la meca del cine.
"Yo era consciente de que no tenía muchas posibilidades con los hombres y cuando un tío tan guapo se interesó tanto por mi pensé que era algo que no podía dejar escapar por mucho que pudiera equivocarme" me explicó L. mientras trataba de no meter su gran nariz en el café con leche.
Después resultó que el chulazo era una especie de psicópata sexual que al parecer la utilizaba para dar rienda suelta a todas sus fantasías carnales y el resto del tiempo se lo pasaba llamándola tonta, fea y cosas mucho peores porque consideraba que, si dándole el trato que le daba ella seguía con él, era que le iba mucho "la marcha" por decirlo de algún modo.
"Pero bueno mujer" dije yo mordiéndome la lengua para no preguntar los detalles escabrosos "si ese tío te está haciendo sentir así de mal lo que tienes que hacer es marcharte. ¿O tienes miedo de hacerlo por las represalias que él pueda tomar?"
Pues resultó que no. Que L. no temía que él pudiera hacerle daño, pero que a pesar del trato que estaba recibiendo continuaba creyendo que él iba a volver a ser como en sus primeros tiempos, que toda aquella relación tan chunga se iba a enderezar e iban a poder ser felices para siempre.
"No lo entiendes" me explicaba "...después de todo lo que yo he invertido en esta relación ya no solo en el asunto material sino yo misma como persona. con todo el corazón que le he echado, todo lo que le he querido y todo lo que hemos pasado, tengo que creer que no ha sido en balde. Que no he perdido para nada todo ese tiempo de mi vida."
Esta situación, que a pesar de lo mucho que mi insistió mi amiga yo creo que estaba rozando el límite (si no entrando de lleno) en el terreno de los malos tratos, me recordó otra cosa que mi otra gran amiga R. me describió un día y que era lo que se conoce como el "síndrome del inversor": se trata de un fenómeno que en principio está aplicado al mundo de las finanzas pero que después  es extrapolable a muchos otros terrenos, empezando por el de las relaciones humanas. Según este síndrome -a ver si lo cuento bien- tu te ves de pronto con un negocio ( o una relación ) que ves que está dando pérdidas a pesar del mucho capital ( o esfuerzo o sentimiento ) invertidos, y en lugar de dar carpetazo definitivo al negocio o a la relación para terminar con algo que no te interesa y evitar perder más , empiezas a darle vueltas a todo lo que llevas metido ahí dentro y comienzas a darle pequeños plazos imposibles a algo que todo el mundo menos tú siente que está terminado ya. "Una semana más, a ver como reacciona"..."otra semana, tengo confianza en que va a ser la definitiva"... todo pensando en lo que llevas invertido ya y sin darte cuenta de que sigues perdiendo más a cada día que pasa.
Y es que en esta vida ¿quien cuenta con el asesor perfecto que le pueda advertir de cuando una actividad, un negocio o una relación han dejado de ser rentables para cortar cuanto antes y minimizar las pérdidas personales?...pues nadie, claro, solo contamos con nuestro corazón y nuestro instinto.
Y aunque como también dice R. el amor no debería causarnos malestar ni sufrimiento porque no es eso lo que el amor debe aportarnos, pues muchas veces quizás tenemos que ejercer nuestro fundamental derecho a equivocarnos para poder entendernos mejor a nosotros mismos y en la siguiente oportunidad equivocarnos mucho menos.

...yo me expreso mucho peor verbalmente que por escrito y por eso no fui capaz de expresarle a L. tan exhaustivamente y tan bien todo lo que quería decirle al respecto, creo que me limité a ponerme subliminal y metafórico para decirle "deja a ese hijo de puta cuanto antes y no permitas que nadie más te trate como una cosa" en lugar de advertirle que no creyese en un cambio repentino al alza de sus propios valores sentimentales porque solo iba a terminar hecha polvo y arruinada interiormente.
Creo que no fue un mal consejo, pero ella debía esperar otra cosa de mi ( palabras que la demostrasen que perseverando y confiando estaba haciendo lo correcto, digo yo ) porque se despidió un poco friamente y aunque la hice prometer que me llamaría para contarme que tal iba todo y por si necesitaba algún tipo de ayuda de mi parte, no he vuelto a saber de ella y tampoco la he visto más.
Quiero pensar que alguien con más empuje que yo la hizo reaccionar y que a día de hoy no sigue presa de su síndrome del inversor y confiando en que alguna vez recibirá los beneficios del tiempo y el sentimiento invertidos...

Yo mismo soy a la ves una tremenda víctima y un estupendo referente del "síndrome del inversor". me cuesta un triunfo sacarme del corazón esas relaciones y afectos en los que he empleado tanto tiempo y pasión, y alargo esos vínculos mucho más de lo necesario hasta que por fin puedo decirme a mi mismo que "se acabó". Entonces se me pone el contador a cero y vuelvo a empezar a circular tan inocente, tan incauto y tan desprevenido ( = tan conejo ) como antes de empezar...y así no vamos a ningún sitio, ¿o qué?...

Bueno, eso era lo que me apetecía contar hoy.

Si es que al final hasta te vas a creer que soy un tío profundo y tal.