sábado, enero 31, 2009

LA LÓGICA DEL DEPREDADOR


La noche llegó tiñendo el cielo apresuradamente, dibujando remolinos y avanzando igual que una gota de tinta en un vaso de agua. Sentí la oscuridad resbalar por mi piel a modo de corriente eléctrica que erizaba suavemente el vello de mis brazos y excitaba mis sentidos multiplicándolos por cien. Me envolví en una manta y fui a sentarme en nuestro híbrido de salón-cocina americana en el que uno podía guisar tras un mostrador de madera mientras atendía a los invitados o veía la televisión. Yo conecté esta última y tras un rato de indecisión cogí una manzana y me tiré en el sofá, con el volumen al mínimo y la cabeza llena de nubes de tormenta que iban acumulándose en el fondo de mi alma inundándola de sombras. De alguna extraña forma sabía que ella me estaba mirando, podía ver sus ojos gigantescos sobre la ciudad, clavados en mi, como si la pesadilla reciente se hubiese deslizado desde mis sueños a la realidad.

Intenté concentrarme en la pantalla, tratando de no pensar más en aquella locura, dejar pasar el tiempo, pero sentía la llegada de algo, de un peligro inminente que me hacía revolverme y cambiar de postura una y otra vez, sin poder parar de preguntarme qué estaba ocurriendo, donde habría ido Johnny, si es que iba a caer enfermo o simplemente estaba volviéndome loco…casi había llegado a convencerme a mi mismo de que todo era una mala jugada de mi mente efecto quizás de los muchos turnos nocturnos acumulados, cuando la imagen del aparato desapareció llenándose de una niebla eléctrica.

Entonces ella habló, y sus palabras resonaron claras y profundas como campanas en el silencio de un valle.

“No es un sueño”, dijo nada más, y el corazón se detuvo durante un instante eterno en mi pecho. El propio miedo volvió a hacerme derramar lágrimas mientras decía en voz alta:

-¿Porqué me haces esto? ¿Qué es lo que hice mal? Corrí como me pediste sin mirar atrás, ¿no es así?...

Percibi un suspiro cargado de cierta tristeza antes de responder.

“No hiciste nada. Simplemente eres la presa más fácil. Igual que el lobo o el león atacan al ejemplar más débil del rebaño, el más viejo, al enfermo o al más cansado.”

-Pero yo no estoy enfermo…

“Sí, sí lo estás.” Ahora su voz me abrazó como un amante, enlazándose en mi cuello, se deslizó por mi boca, mis oídos hasta que el mundo se disolvió y quedaron solo sus ojos.”Cuando nos cruzamos percibí tu tristeza, tu tremenda melancolía…pude ver como arrastras los días como losas grises sobre tu espalda, dejando caer uno para coger otro y volver a empezar, sin luz, sin sentido, sin sentir. Supe de tus luchas vanas, estériles, y de cómo mantienes esa patética filosofía humana de pretender ser feliz con lo que se tiene aunque la propia vida sea un fracaso. El tiempo corre en torno a ti como viento de otoño, arrastrando lo poco que llevas contigo y caminas vacío.”

-No –susurré cubierto de sudor frío- Mi vida no es así.

“Sí. Y aunque nunca se lo dices a nadie, ni siquiera a ti mismo, piensas que si murieses ahora te ahorrarías en la vejez la inmensa amargura de todo el tiempo perdido.”

-Mentira-contesté temblando-Te justificas a ti misma para poder hacer lo que sea que pretendas hacer.

Casi pude oir su risa silenciosa.

“Solo leo en tu corazón como en un libro abierto. Leo lo que tu te niegas a escuchar. Por eso, por lo que he visto, me he fijado en ti. Nadie va a echarte en falta, cariño.Eres mi víctima.”

Sacudí la cabeza y abrí los ojos. Ahí seguía la tele con sus interferencias y el pequeño caos doméstico que Johnny acostumbraba a dejar tras de sí: un par de calcetines arrugados en el suelo, una lata de cerveza vacía en la mesilla, el cenicero sucio, sus zapatillas en una esquina…

-Johnny –dije ahora para mi mismo-Johnny me echará en falta.

“¿Johnny?”preguntó en tono burlón”¿Y donde está Johnny ahora para echarte una mano?”

-¡Johnny está conmigo y es real.¿Pero tu? ¿Quien eres tu? ¿Dónde estás tú? –grité furioso y a la vez preocupado por mi amigo-.

“Yo estoy aquí. En tu ventana.”