martes, julio 14, 2015

LOS MISTERIOSOS EFLUVIOS DE UN EXTRAÑO A MEDIANOCHE: ( HOMBRES EN CALZONCILLOS 2 )


Supongo que en la pre-adolescencia, en esos años en que todavía nada es blanco ni negro y todas las expectativas permanecen abiertas porque todavía no hemos aprendido a limitarnos, es cuando mas fácil parece sentir o soñar cosas con las que años más tarde nuestra conciencia adulta no va a permitirnos ni siquiera imaginar...esto viene a cuento nada más como reflexión sobre la anterior entrada de la vaca y como introducción a este otro recuerdo relacionado también con despertares sexuales y que he titulado grandilocuentemente como...

LOS MISTERIOSOS EFLUVIOS DE UN EXTRAÑO A MEDIANOCHE



Como te conté en el post anterior, mis abuelos contaban con una preciosa y enorme casa en mitad de la sierra burgalesa y tal cual ha ocurrido toda la vida en esas circunstancias, cuando llegaba la temporada veraniega por allí rondaba un montón de moscones personal constituido en su mayoría por los novios/as y amigos/as  de sus hijos que estos traían para pasar unos días.
Entre aquellas huéspedes ocasionales se encontraba Angela, una chica delgada y con cara de pájaro que al final se terminó casando con el más guapo de los hermanos de mi madre. Durante aquellos movidos fines de semana de verano era invitada habitual y con mucha frecuencia se traía "de paquete" a su hermano Pepín. El nombre era uno de esos apodos un poco pijo que se estilan entre la gente de familia acomodada y que además no estaba nada ajustado a la realidad, porque "Pepín" no era un nene pequeño sino un tío adulto y bien plantado con aire de gigolo de película de los años 50, mirada gris un poco traviesa y una sonrisa cálida y peligrosa.
Por aquel entonces ya había acontecido el suceso de "La Vaca En El Estanque" y yo ( puede que un par de años más mayor ) me encontraba ya en posición de poder evaluar el potencial sexual de un ejemplar masculino sin prejuicios heterosexuales,...abreviando, que ya me parecía que el Pepín estaba bien buenorro. Mi falta de conocimiento sobre el tema no me hacía todavía concretar ningún tipo de fantasías hacia él, solamente ocurría que cuando le veía aparecer con ese aire de tío de mundo y esos vaqueros ajustados sentía el mismo turbador calorcillo en la parte baja de las tripas que sentí cuando ví a Emilio emerger de las aguas oscuras del estanque, cubierto de verdín como un dios pagano de la antigüedad.
Yo todavía practicaba durante los veranos mi conducta incívica y antisocial gracias a la cual prefería pasar los días acompañado por la manada de perros que había allí entonces antes que por seres humanos, y todos los ires y venires de los adultos -incluidos los potencialmente estimulantes en mi despertar sexual como Pepín- me traían un poco al pairo. Sin embargo mi abuela logró intercptarme a la hora del desayuno antes de que pudiese escaparme para pasar el día como una bestezuela y me dijo
"Este fin de semana van a quedarse aquí Angela, la novia de tu tío y su hermano Pepín y no me ha quedado más remedio que poner al hombre este en tu habitación ya que tienes dos camas...quiero decir que esta noche tienes compañero de cuarto, vaya, para que si le oyes entrar mientras duermes no te asustes, ¿vale?"
Yo a pesar de mi antisocialidad ya sabía quien era Pepín y quizás por el mentado fenómeno de la vaca en el estanque, me llené de inquietud.
"jo, ¿no puede ir a otro sitio?"
Mi abuela sonrió con esa cara de mujer de mundo que ponía cuando quería decir "podías-irte-tu-mejor-a-otro-sitio-y-yo-me-quedaría-más-tranquila" pero por ejercer precisamente funciones de abuela, respondió:
"No seas tonto. Solo va  a ser una noche y además es un chico muy discreto, ni te vas a enterar."
Me limité a dejar escapar un gruñido y salir corriendo con mis colegas caninos tratando de olvidarme del asunto con la filosofía aquella de "ya nos preocuparemos del río cuando haya que cruzarlo"...

...pero a la hora de la comida ya andaban por allí Angela y Pepín, y me quedé escandalizado al encontrar en una de las sillas de mi cuarto una camisa, un pantalón vaquero y una bolsa negra de cuero que suponía contenía los efectos personales del mozo. Por aquel entonces mi sentido de la propiedad estaba bastante poco desarrollado así que en cuanto pude me encerré en la habitación, corrí la cremallera de la bolsa y encontré en medio de un aroma a perfume masculino bastante turbador varios artículos de aseo, un pijama ligero y ¡oh, revelación!, un par de calzoncillos blancos resplandecientes en un bolsillo lateral.
Enseguida sentí pasos que se acercaban y tuve que salir pitando, pero ya sabía que aquel asunto me iba a rondar la cabeza durante toda la tarde...
...el día rodó, se desmayó en uno de esos interminables atardeceres de verano y por fin llegó el crepúsculo y luego la noche. Cuando me metí a la cama la gente "joven adulta" se había ido de copas al pueblo incluido Pepín, gracias a lo cual encontré mi alcoba de soltero-virgen intacta y sin perturbaciones externas.
"Me dormiré y ni me enteraré de que está ahí" decía para mi mismo un poco nervioso pensando en tener en una cama y a un metro de distancia a aquel chulazo...

...y en efecto me dormí, pero cuando la puerta de mi habitación chirrió debilmente a una hora indeterminada de la madrugada, abrí los ojos como un conejo y no me moví para que Pepín no se diese cuenta de que estaba despierto.
Le oí decir algo en voz baja a alguien en el pasillo que llegaba a la vez que él, y la otra persona y él rieron en voz baja unos instantes. Luego cerró la puerta con mucho cuidado y empezó a desnudarse...
...en un instante me llegaron todos los aromas que llevaba sobre su cuerpo: el mismo atractivo perfume masculino que había sentido al abrir su bolsa, un ligero olor que seguramente sería a cerveza o a ginebra y mezclado con todo, el seductor aroma de su sudor y su mismo cuerpo, completando un cóctel caliente y un poco lujurioso. Solo contaba con la luz de la luna que entraba por la ventana pero con mi vista acostumbrada en aquel momento a la oscuridad pude distinguir a la perfección todos sus movimientos: como se desembarazó de la camisa en un momento dejando su torso velludo al aire y a continuación -mientras mi corazón latía con una potencia que pensaba debería estar revolviendo en sus tumbas a los muertos- se bajó los pantalones vaqueros quedando nada más con un calzoncillo oscuro bajo aquella claridad azulada.
Le escuché eructar suavemente y reir por lo bajo como si se acordase de algo gracioso, luego sin ningún tipo de preámbulo se quitó también los calzoncillos y quedé con la tremenda visión de su culo blanco vuelto hacia mi... ¡mi primer culo!
"Que se de la vuelta" imploré a las divinas potencias y hasta a las personalidades infernales "que se de la vuelta por favor"...no hubo suerte y nadie me escuchó ( lo cual demuestra que cuando te mueres no hay nada, y si hay algún tipo de divinidad siempre está fuera de cobertura cuando intentas contactar ): en un momento se calzó solamente el pantalón del pijama prescindiendo de la chaqueta y a continuación se dejó caer en la cama con un resoplido....

...y pocos segundos después empezó a respirar profundamente como respira la gente que está dormida, totalmente ajeno a los torbellinos interiores que la visión de su cuerpo desnudo me habían provocado.

Por aquel entonces yo madrugaba muchísimo, me marchaba al monte en cuanto salía el sol y por eso según me levanté y me vestí -con un cuidado extremo para no despertar a mi compañero de cuarto- pude verle profundamente dormido, boca abajo, con la espalda desnuda y el rostro vuelto hacia la pared de manera que no pude ver su expresión para adivinar si tenía un buen o un mal sueño...
...sin embargo sí que ví en el suelo junto a la silla el bulto oscuro de los calzoncillos que se había quitado por la noche y, sin pensar demasiado en lo que hacía, me agaché...
...los cogí...
..¡.y me los llevé a la nariz!
Allí encontré todos los olores de la noche anterior ( su perfume, el sudor y el alcohol ) pero ¡ah!...por encima de todos ellos me golpeó de una manera casi física el aroma penetrante de lo que aquellos calzoncillos habían guardado durante toda la noche de fiesta...algo que sin pensar me hizo entreabrir los labios, sacar la punta de la lengua e inhalar más profundo mientras ¡oh, Madre Naturaleza! sentía que en mis partes bajas algo empezaba a hacer "plop...plop...plop" mostrando vertiginosos cambios de consistencia y tamaño...
...estuve un par de segundos con el calzoncillo guardado en el bolsillo dispuesto a robarlo para en un sitio más discreto continuar investigando las curiosas reacciones que me llegaba a provocar. Luego pensé en lo poco que iba a tardar en dejar de oler a lo que olía y en quien pensaría Pepín como único posible culpable del hurto de sus calzoncillos, así que lo dejé caer, salí de puntillas y aquel episodio quedó cerrado en el mismo momento que la puerta de la habitación se cerró a mi espalda.

...esto es la triste realidad, y por eso la noche siguiente Pepín no estaba esperándome en pelotas en mi cuarto componiendo un gesto pícaro en plan "quien-ha-estado-jugueteando-con-mis-calzoncillos" y exhibiendo una grosera erección como dicen en las novelas guarrindongas, de hecho ni siquiera creo que llegase a darse cuenta de todo esto. Era la vida real, y por eso después de aquella vez no volví a coincidir con aquel hermoso ejemplar masculino bajo ningún techo: mis abuelos fallecieron, aquella casa se vendió y todos aquellos sucesos, que entonces pude percibir como fugaces o carentes de importancia, quedaron revestidos por ese resplandor dorado con el que recubrimos los recuerdos de aquellas buenas cosas que se fueron y que sabemos que no van a volver más.