domingo, mayo 18, 2014

AGARRAR O SOLTAR


Soy un desastre para soltar las cosas.

Me ocurre con los trastos propiamente dichos: cuando alguno pasa a formar parte constante de mi vida cotidiana, creo unos misteriosos lazos de afecto ( o de propiedad, no lo sé ), y me cuesta un triunfo decidir qué tengo que tirar cuando tengo que aligerar el equipaje para pasar a la siguiente etapa.

Con las personas me pasa igual: una vez que mi corazón crea el vínculo, me es muy complicado entender cual es el momento en que tengo que dejarlo y pasar página. Será porque tengo pocas relaciones "de verdad" en el sentido de que yo me entregue a ellas sinceramente, y una vez he superado el obstáculo mío natural ( el jodido genotipo castellano ) de mostrar reserva y mantener la distancia, después ese esfuerzo realizado parece investir al asunto de una pátina dorada y de pronto se convierte en un algo muy preciado de lo que no puedo entender porqué debo prescindir.
Normalmente cuando se plantea esa disyuntiva ( soltar o seguir sujetando ) suele ser porque de verdad es el momento de despedirse, soltar amarras y continuar viaje... pero siento tan valiosos el tiempo invertido y los puentes cruzados para salir de ese laberinto que a menudo siento ser yo mismo, no puedo evitar el preguntarme "¿y todo eso para qué sirvió?"... y entonces siento que debo abrazar una vez más y querer y disfrutar antes de definitivamente "soltar".

Gracias a esta romántica política tengo la casa abarrotada de cosas del pasado de las que no me puedo desprender:

cuadernos que llené de estupideces en mi adolescencia
regalos horrorosos que a pesar de feos me recuerdan momentos y sentimientos antediluvianos
libros viejos sin tapas que nunca abrí y nunca creo que abra pero cuyo olor a polvo y a papel me llena el corazón de antiguos recuerdos
tiestos bonitos vacíos de planta pero llenos de tierra a la espera de ser ocupados
los cuadros pintados por mi padre en la época en que quiso ser pintor, antes de que viniese el mundo y se le merendara
notas garrapateadas deprisa en el colegio por mi o para mi que si intento leer hoy parecen escritas en lenguaje extraterrestre
fotografías que intentan enroscarse sobre sí mismas como barquillos y que en su interior esconden caras y personas que ya casi no conozco
y bolígrafos sin tinta que tú me regalaste
y los billetes de Metro que un día compartimos y que solo guardamos los que no montamos nunca en Metro,
y envoltorios de caramelos estirados y planchados entre páginas de libros
y piezas de puzzles que nunca he terminado 
y discos rayados y cassettes tan estropeados que ya no se escuchan 
y los posters de la Marilyn 
y el cojín en el que echaban la siesta mis gatos 
y tantas y tantas cosas diminutas que parece que carecen de sentido y que cuando retengo entre los dedos y me concentro me traen el reflejo de días más brillantes...

Tengo la casa y la vida abarrotadas de pasado, me queda solo un hueco para sentarme junto a la ventana y mirar afuera,  esperando la próxima tormenta que se lleve todo por los aires y vuelva a dejar de nuevo vacíos y abiertos alma y corazón...