...yo que desde que puedo recordar siempre he huido cuando llegaba el momento de los besos por compromiso, que acotaba estrictamente mi espacio vital mínimo necesario y escapaba como de la peste de esa gente que para hablar con uno parecen necesitar estar tocándote algo todo el tiempo, y de los sobones y sobonas, y los besuqueadores y abrazadores compulsivos que abrazan por abrazar sin poner nada de sí en cada abrazo; yo, ese mismo yo, ahora suspira porque apoyes tu cabeza en mi regazo, porque me cojas de la mano cuando hablas, porque me abraces y hasta bailar abrazados si hace falta; por besarte y que me beses, por tus caricias distraídas, vacías de intención pero llenas de ternura, y el roce casual de tus dedos, y ese roce también exquisito y detallado del momento en que me amas; ese yo se ve hoy deseando tenerte así de cerca, muy cerca, y sintiendo ese dulce y sordo dolor por la mañana, cuando el amanecer te arrebata de mis brazos...