EL CLUB DE LOS PERDEDORES
Que cosas. Hace veintiocho años, gracias a estos pasaportes virtuales a otras realidades que son mis peripecias literarias, pisé Derry por primera vez, en el momento en que un grupo de gente adulta volvía allí intentando cargarse un demonio que ¡justo cada 28 años! aparece en la ciudad. Ellos eran perros viejos en el asunto porque ya estuvieron hace otros tantos años en Derry luchando contra sus peores pesadillas cuando no eran más que unos mocosos preadolescentes. Niños, sí, pero con unos desastres de vidas personales que yo creo que agradecían los momentos de despiste sobrenatural para escapar al menos un rato de sus jodidas circunstancias personales... Lo has adivinado, ellos eran... ¡el Club de los Perdedores! Cuando lei ese libro aquella vez hace todo ese tiempo, ¡me quedé pilladisimo con la historia! no sé porqué, así como fascinado y asustado a partes iguales tu-ya-mentiendes. Lo viví intensamente, apasionadamente y ahí se forjó un poco esa love story que he tenid...