PECADILLOS DE JUVENTUD
No me gustan nada los niños. No me hacen gracia y por lo general no los soporto, ni los que me ha tocado aguantar por proximidad familiar ni mucho menos los del prójimo. Estoy encantado de que mi única sobrina vaya a cumplir catorce años ya y de hecho estoy deseando que cumpla diez más para poder tratar con ella como una adulta. Los niños en cuanto adquieren capacidad autónoma de locomoción y pleno manejo de sus extremidades acostumbran -al menos los occidentales- a ser unos bicharracos egoistas, caprichosos, gritones y en general bastante malos, por aquello de que todavía no tienen muy definidos conciencia, límites ni la posible repercusión de sus actos en la paciencia de sus semejantes. Y para muestra, basto yo como botón: todo lo buenísima persona que soy ahora ( y si no crees lo de "buenísimo" te paso con la progenitora ) no da pie para que quien me conozca pueda llegar a intuir el pequeño bicharraco que era con pocos años. Sin duda si lo digo yo de mi mis...