REFLEXIONES VERANIEGAS: BESOS CAIDOS
Los besos caidos son los besos que no has dado, esos que no han ido a ningún sitio y nada más nacer han caido muertos de tus labios al suelo. Lo intuyes, ¿verdad? No es una reflexión alegre, porque siempre hay tristeza en los besos que no has podido dar. Yo tengo una pequeña colección de besos caidos y esos besos, a pesar de no existir, pesan como piedras en el alma. Tengo besos que no he dado a los que se han ido. La señora Muerte es inflexible con los besos caidos, hace que te los quedes para siempre. Y ahí se quedan. Estos besos son oscuros como la noche y, al igual que tantas otras cosas sin remedio, tienen regusto a eternidad. Después hay besos caidos que no son negros, son azules con ese color de los atardeceres tempranos de invierno, esos que miras incrédulo y te hacen pensar con el alma encogida que anochece demasiado pronto. Esos son los besos que no te di: por orgullo, por descuido o por torpeza, eran besos en los que solo reparaba cuando ya te habías ido. Debí besarte más, ¿...