EJERCICIO DE DESESTIMA PARA EL VIERNES POR LA TARDE
Creo que ya lo he contado mil veces, y la mitad de ellas puede que sean aquí. Cuando tenía once o doce años ( en esa época en que el mundo era color sepia y la banda sonora era de película de Doris Day ), una tarde lluviosa de sábado en que probablemente andaba tocando las pelotas a todo el mundo porque no podía salir a la calle, mi madre -que ni es profunda ni literata ni nada de eso, lo cual lo hace más extraño- agarró un puñado de folios, les plantó dos grapas en el lomo y me sugirió: "¿porqué no escribes tu diario?" Por alguna razón aquello me intrigó lo bastante como para responder: "¿qué es eso?" Y ella, no con la cara de amable-musa-introduciendo-un-espíritu-joven-en-el-mundo-de-las-letras sino con la del que a falta de insecticida se decanta por encerrar a la mosca cojonera en el retrete, respondió: "pues es que cada día pones la fecha y escribes las cosas que te han pasado. Como si fuese un libro pero que va a tratar de ti. Qué te parece." Aquell...