DIAS GRISES
Cuando abrí los ojos, una lluvia fina había hecho desaparecer la ligera nieve nocturna, reduciéndola a un sueño. El cielo estaba cubierto de lentos y enormes nubarrones oscuros que se deslizaban pesadamente, convirtiendo el sol en una luz cenicienta que devoraba el color de la gente y de las calles para sumir el mundo en un abanico de blancos, grises y negros. Podría decirse, sin arriesgarse mucho, que era uno de esos días en los que la vida pone a prueba tu capacidad para levantarte de la cama. Por suerte, yo contaba con Johnny. Johnny era mi compañero de piso desde hacía tanto tiempo como podía recordar, y no puedo decir que fuera por su integridad, por su limpieza, ni siquiera por su solvencia económica. De hecho, a efectos prácticos, yo no tenía ninguna necesidad de compartir mi pequeño y viejo piso con nadie, pero aún así… No sé. Pienso que a veces enlazamos nuestros pasos con un compañero de camino y las razones no son evidentes a los ojos de los hombres y tampoco a l...